España y Croacia en el tablero de ajedrez

Croacia cuenta con uno de los más hermosos, sencillos y reconocibles símbolos nacionales, la šahovnica, o el tablero de ajedrez, alternando cuadros rojos y blancos. Los orígenes de la šahovnica son inciertos, aunque era un símbolo común en la heráldica de los eslavos occidentales. Una leyenda del Siglo XIX relata la bonita pero improbable historia del rey croata Stjepan Držislav, que habría sido capturado por los venecianos, obteniendo su libertad (o, según otra versión, el reconocimiento de su dominio sobre Dalmacia) tras vencer al Dux Pietro Orseolo en tres sucesivas partidas de ajedrez. Sea como fuere, el símbolo del damero está inextricablemente ligado a Croacia.

Pues bien ¿cuál es la conexión con España en todo esto? Muy sencilla: el ajedrez entró y se desarrolló en Europa principalmente a través de España.

Con casi toda seguridad, los ejércitos musulmanes que invadieron la Península Ibérica en el año 711, trajeron consigo este juego de origen indio. Lo que sí sabemos con certeza es que uno de los personajes más fascinantes de la historia de la España musulmana, Ziryab (o «el mirlo negro»), recomendaba, a mitad del siglo IX, jugar al ajedrez como una sana y educada costumbre. Ziryab fue un afamado músico en la corte de Harun Al Raschid, el califa de Baghdad, que perdió el favor de su patrón y fue acogido por la corte Omeya en Córdoba, donde implantó las costumbres más refinadas de Oriente, actuando como prescriptor de estilo o lo que hoy podría llamarse un «influencer». Creó el primer conservatorio de música conocido, introdujo en Europa el laúd de cinco cuerdas, las comidas de tres platos, el uso de la mantelería y la cristalería en la mesa de comer, o el uso de ropa blanca en verano.

Pero, volviendo al ajedrez, el libro más antiguo dedicado a este juego que nos ha llegado es el «Juegos de ajedrez, dados y tablas con sus explicaciones ordenadas por el rey Alfonso el Sabio», compuesto en 1283, y que se conserva en la biblioteca del Escorial. El poema «Scachs d’amor», escrito hacia 1475 por los autores valencianos Francesc de Castellví, Bernat Fenollar y Narcís Vinyoles, es el primer documento en el que se describen los movimientos de la reina y del alfil (pues antes, en lugar de la reina, había una pieza llamada «alferza» que tenía muy escasa movilidad, mientras que el alfil sólo se movía dos casillas) y que sientan las bases del ajedrez moderno. Algunos autores incluso especulan con que la creación de la pieza de la reina, la más móvil y versatil del tablero, fuese un homenaje a la Reina Isabel la Católica, que recorría, incansable, sus reinos de un extremo al otro. Esta innovación queda consagrada en el primer tratado de ajedrez moderno, el «Llibre dels jochs partits dels schacs en nombre de 100», compuesto en 1495 por otro valenciano, el clérigo Francesc Vicent, que posteriormente sería profesor de ajedrez de Lucrecia Borgia.

Otro español sobresaliente en la historia del ajedrez fue Ruy López de Segura, confesor del rey Felipe II, experto en el juego «a ciegas» (reteniendo las posiciones del tablero mentalmente) que también escribió un importante tratado sobre ajedrez, en el que se incluye la apertura que aún hoy lleva su nombre, y fue uno de los primeros «campeones internacionales» del juego: En 1560, López de Segura asistió, como enviado de Felipe II, a la entronización del Papa Pío IV, y pudo aprovechar su estancia en Roma para batirse -y ganar- contra los principales maestros italianos, Leonardo di Bona y Paolo Boi. Sin embargo, estos se tomaron la revancha 15 años más tarde, cuando Felipe II organizó el primer torneo internacional de ajedrez, que enfrentó a los dos maestros italianos contra Ruy López de Segura y el granadino Alfonso Cerón, con victoria de los primeros. El Rey Felipe II quiso premiar al ganador, Leonardo di Bona, con la suma de mil ducados, pero éste pidió, en cambio, que su pueblo natal, Cutro (en Calabria, por entonces parte de la Corona Habsburgo), quedase exento de impuestos por 20 años, y recibiese el título de «la ciudad del ajedrez». Quizá, caso de haber ganado López de Segura, su ciudad natal, Zafra, hubiese sido la ciudad del ajedrez, siendo Croacia el país de la šahovnica.

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