El escultor croata de las princesas de la casa de Aragón

Muchos de los contactos históricos entre España y Croacia se han producido a través del Mediterráneo, y, en particular, con Italia como nexo: El Greco y Julije Klovic trabaron amistad en Roma, y fue desde las galeras venecianas donde los dálmatas combatieron junto con los españoles en la batalla de Lepanto. La siguiente historia también tiene Italia como escenario:

El Reino de Aragón de mediados del siglo XV era una de las principales potencias del Mediterráneo, controlando las Islas Baleares, Cerdeña, Sicilia, Malta y los Ducados de Atenas y Neopatria, pero el periodo de máximo esplendor llegó con la toma de Nápoles por Alfonso V, en 1442. El propio Alfonso V estableció su corte en Nápoles, atrayendo a un círculo de humanistas, poetas, filósofos y artistas, a quienes apoyó generosamente con su mecenazgo, valiéndole el sobrenombre de «El Magnánimo». Fue Alfonso V uno de los primeros en introducir el pensamiento Humanista en la península ibérica, y su respeto por la cultura y la sabiduría transmitida a través de los libros queda bien reflejada en aquella frase suya en la que aseguraba que «los libros son, entre mis consejeros, los que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo que debo hacer».

Entre los artistas que acudieron a la corte del rey magnánimo se encontraba un joven escultor dálmata llamado Frane Vranjanin, por haber nacido en Vrana, cerca de Zadar, pero que es mejor conocido por su nombre italianizado de Francesco Laurana. Se sabe que participó en la construcción -o incluso diseñó- del arco triunfal, cubierto de esculturas, del castillo de Castelnuovo, una de las obras más deslumbrantes de Nápoles. Pero la figura de Laurana está, sobre todo, asociada a Fernando -o Ferrante- I, hijo natural de Alfonso, que heredó el Reino de Nápoles de su padre, y que fue uno de los primeros príncipes renacentistas de Italia. Gobernante astuto, audaz y energético, se rodeó también de poetas, sabios y humanistas, como su padre, pero pasó también todo su reinado luchando contra franceses, milaneses, venecianos, el Papa y los turcos. Laurana esculpió los bustos de, al menos, dos de las hijas de Ferrante: Leonor y Beatriz de Aragón, y se le atribuyen bustos de Isabel de Aragón -nieta de Ferrante-, y de un jovencísimo Fernando II de Aragón, primo de nuestro Ferrante, y que luego se convertiría en Fernando el Católico. Pese a las constantes guerras de ese periodo, las esculturas se caracterizan por su delicadeza y elegancia, por sus líneas sencillas, esbeltas y casi místicas. Aunque también es cierto que, pese a la simplicidad que muestran hoy, las esculturas originales estaban recubiertas de cera de colores y adornos, que las harían parecer menos minimalistas que hoy. Aun así, en esencia, Laurana ha dejado para la posteridad ese estilo sutil y esencialista, que hace que esos bustos resulten bellos e intrigantes.

Laurana no terminaría su recorrido como artista en Nápoles, sino en el sur de Francia, en los dominios de los Anjou y del Papado, en el pasado rivales de la Casa Aragón. Mientras que, para cerrar el círculo, Beatriz de Aragón, una de las jóvenes princesas que posaron para Laurana, se casaría con Vladislao II de Hungría y, posteriormente, con Matías Corvino, convirtiéndose así reina consorte de un reino que incluía la mayor parte de la actual Croacia.

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